domingo, 9 de diciembre de 2012

Votos de película


El cine, ese gran ojo que imagina y nos hace soñar con otros mundos, se está haciendo eco de forma creciente de la moda norteamericana de la lectura de votos matrimoniales.

Esta corriente tiene gran éxito en USA debido al alto número de matrimonios civiles o no religiosos que se celebran cada año. La liturgia de este tipo de ceremonias es más abierta y flexible también en algunos credos liberados del ritual estricto propio, por ejemplo, del catolicismo. Y como los Estados Unidos son un país multicultural y tan rico en tradiciones distintas, y debido al mestizaje cultural se mezclan y cruzan costumbres, idiosincrasias y formas de vida procedentes de todos los rincones del planeta, ha acogido la lectura de votos como una más, quizás la más hermosa y emotiva, de las formas de matrimonio posibles.

Porque el voto no es sólo una declaración de amor y una promesa de que lo que une a los contrayentes durará para siempre. El intercambio de votos es la parte más importante y esencial del matrimonio no ritualizado, y en él intervienen los novios con total libertad para establecer sus compromisos para con el otro, de manera que los invitados sean testigos del mágico momento y quede sellado ante todos los presentes de forma oficial y pública.

Es propio del cine ser espejo de la realidad, por mucho que el lenguaje cinematográfico la transforme y le otorgue un significado simbólico o poético más allá de lo anecdótico o cotidiano. En la película Todos los días de mi vida (2012), dirigida por Michael Sucsy, el intercambio de votos se produce en un escenario nada corriente, un museo. Pero las promesas de Paige y Leo son tan hermosas que de repente se nos olvidan el lugar y las circunstancias. Todo lo que importa es que está ocurriendo algo trascendente, que el vínculo del matrimonio se está consagrando, aunque los agentes de seguridad estén a punto de entrar en el recinto y amenacen con romper el hechizo con sus porras y sus pistolas de descarga eléctrica. 

Os dejo con un vídeo de ese momento dichoso, que ojalá todos tengamos oportunidad de vivir algún día.

Un beso,

Lola Lavanda.

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